miércoles, 21 de enero de 2015

CAE LA NIEVE











Me salió un lobo al camino
de esos malos, malos, malos,
que salen entre la niebla,
pero escondió sus caninos
cuando me vio con un palo
y una mano que no tiembla

Nevaba con tanto brío
que los copos tropezaban
al caer de tal talante.
Soplaba un vientuco frío
y los acebos temblaban
soportando aquel desplante.

Se borró trocha y vereda,
las camberas, los barrancos,
lontananza y extensión,
a la vista sólo queda
un tapiz de puro blanco,
que bordó un negro ciclón.

Mis flancos, de albo tapados,
dejan ver la energía
de la copiosa nevada,
hacia atrás, unos marcados,
por la horma de la estría
que escribieron las pisadas.

Son las huellas del errante
que busca refugio presto
para esquivar el tornado,
mientras su vista anhelante
va asimilando supuestos
que le lleven por buen lado.

Ya los copos cegadores
bailan al son que ellos dicen
como amos de serranía,
los truenos son sus tambores
y los rayos les bendicen
con su luz de tropelía.

A la vez que ya el camino
en la distancia se acorta,
también cede la cellisca,
aparece un sol albino
que entre nubes se recorta
y parece que pellizca.

Y ya cambian las semblanzas,
toma otra forma el paisaje,
que aunque marcado de blanco,
da al caminante templanza,
una tregua al ramaje…
y vuelve a trazar los trancos.

Ahora la vista se extiende,
la aldehuela ya se avisa,
de las lumbres la humarada,
y se ve… lo que uno entiende,
que la vida es divisa…
con la campiña nevada.

Tinuco

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