da la noche su portazo
y se inclina en su regazo,
hasta llegar la alborada.
Que con las luces primeras
y con los últimos sueños,
va despertando quimeras
y dormitando ensueños.
Un despertador despierto
se vuelve gallo tenor,
con timbales de concierto
y violín desvelador.
Realidad madrugadora,
matutino escalofrío,
exclamando ese ¡Dios mío!,
se me echó encima la hora.
Una pereza se mueve
en pijama con ojeras,
que ahora suelta lo que bebe
y deprisa, que no espera.
Descanso vejigatorio
alivio de agradecer,
que resulta perentorio
y saludable de hacer.
Una ducha con rapidez
y un frotado de dientes.
Y exclamando ¡¡cagüen diez!!,
si ya son las siete y veinte.
De seguido es el tazón,
con unas sopas nadando
o un bizcocho por detalle,
deprisa… que estás tardando
para enfrentarte a la calle
y aguantar el “chaparrón”
Para ganar los denarios
con qué pagar las facturas,
que te exigen con premura
las cuentas de un repertorio.
La jornada y el trayecto,
tanto al ir y al venir,
son tres partes de un vivir
o la vida de un proyecto.
El primer paso, la calle,
el segundo, el ajetreo,
el resto de los detalles,
si los hay, pues no los veo.
Una va a la oficina,
ése va a una fundición,
otra a vender gasolina
y aquél lleva un camión.
Aquél reparte butano
y ésa es panadera.
Y al que ves en primer plano,
uno más, otro cualquiera.
Cada cual con su labor,
pero todos laborando,
porque así estarán ganando
pan con su propio sudor.
Bien a jornada partida,
o quizá sea a relevos,
de cualquier forma... batida,
donde baten “raja” y “huevos”.
Si eres jefa o jefe,
demuéstralo, que se vea,
siendo el que mueve los ejes,
pero nunca el que vocea.
Porque un mando que vale,
siempre ha de ser pertinente,
eso es demostrar avales
que realzan al dirigente.
Cada uno con su “tajo”,
que la labor es tajante,
no vale decir: me rajo,
ni salir con cualquier “cante”.
Con la jornada cumplida,
puedes ir de cantinela,
pero hazlo con medida,
que mañana no te duela.
Pues mañana aún es jueves,
y, falta el viernes, que cuenta,
deja que el sábado llegue,
que es cuando el culo se asienta.
Ahí tienes parcela y prado,
con ese fin de semana.
Y si encima has cobrado...
pues echa al aire una cana.
¡Ea!, se me pasó por descuido.
Los currantes más granados,
diputadas, diputados,
que trabajan desunidos.
Empleados torticeros,
con sus lances de mal cuento,
cínicos y marrulleros,
que viven de esos eventos.
Los que viven de ficción,
apostados en esquinas,
unos haciendo un” butrón”
y otros con la cocaína.
Éstos, más que madrugar,
para la noche lo dejan.
Si los meten entre rejas,
los tiene que alimentar.
Hay “currelos” diferentes
con desiguales jornadas.
Y diferentes currantes,
con sus versiones variadas.
Así es y así ha sido,
se diga, como se diga,
hay que buscar el cocido,
para llenar la barriga.
Y por eso hay jornada,
sea con sudor o con tongo,
sea de noche o madrugada…
Hay que llenar el mondongo.
Es la palabra jornada,
una palabra sagrada.
Que procede del latín,
que nos lleva al jornalín,
jornalete,
comiti
y
caguete.
Tinuco