¿Quién te vio río Besaya
por Cañeda en tu nacer,
y con cada afluente crecer
para dar mejor la talla?.
Para luego, dando voces
y de forma apretujada,
hacer gloriosa bajada
por las sombras de las hoces.
Perdiendo la compostura
si te bendicen tormentas,
pues te remangas y cuentas
la gallardía de tu altura.
Cuando a tu albedrío y modo,
entre chulito y valiente,
allí dejas un recodo,
allá marcas la corriente.
Siempre sin pedir permiso,
con tu estilo más ufano,
doblas chopo y avellano
y quiebras mimbre y aliso.
Y marcando la pezuña,
siguiendo con tus enredos,
pasas Bárcena y Molledo
y el bello Valle de Iguña.
Por Las Fraguas, ya en las hoces
y hasta la Peña Gedío,
aumentas el vocerío,
por la estrechez y los roces.
Luego te muestras prudente
y te cambias de albornoz,
al llegar a Somahoz
y estrellarte con el puente.
Las Caldas, Torrelavega,
se abren a ti, como en trance,
para enseñarte a Suances,
para mostrarte la entrega.
Donde te has de domeñar,
ya sin más altanería,
bebiendo sal en la ría,
flotando en olas de mar.
Mar de las aguas eternas,
Cantábrico caballero,
que te acogerá sin peros
en brazos de sus galernas.
Tinuco
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