Tinuco nos deleita con este cuento que quiere hacer posible la unión de un AMOR:
En un lugar del monte, situada al saliente de una solana, había y hay una encina, cuya sana corteza ya está un poco cuarteada, pero sus ramas aun se cubren de hojas verdes y relucientes cada primavera. Más abajo, en una sombría valleja, había y hay un roble que hasta le faltan trozos en la corteza e incluso tiene algunas ramas tronzadas por las inclemencias de los inviernos de su vida. La encina y el roble, el roble y la encina, se miran en la distancia, pues les separa una vaguada que a veces se cubre de niebla, factores éstos que no les permiten estar todo lo cerca que quisieran, ni verse con la frecuencia deseada.
En un esfuerzo común (así lo cree el roble), para llegar a un mayor acercamiento, los dos han extendido sus raíces, con el ansia moderado, por tocarse tímida pero gratificantemente, las raíces se esparraman, se bifurcan, se retuercen, pero no llegan a contactar entre ellas.
También en ése intento de acercarse, extiende sus ramas más que sus posibilidades, por proyectar unas sombras que se alarguen en la distancia, con el mismo afán, unirse de alguna manera, intentos que solo quedan en...intentos.
Cuando piensan en las dificultades de lograr el propósito que encierran sus anhelos, vierten en la escarcha de sus amaneceres, las lágrimas de sus desvelos, son el rocío de sus sueños, con la finalidad de crear un riuco, que partiendo de sus siluetas, se unan en algún punto de aquellos parajes, pero el entorno montesino hace divergencias en sus panoramas, impidiendo una vez mas que sea factible un acercamiento.
PAUSA
En un lugar del monte, situada al saliente de una solana, había y hay una encina, cuya sana corteza ya está un poco cuarteada, pero sus ramas aun se cubren de hojas verdes y relucientes cada primavera. Más abajo, en una sombría valleja, había y hay un roble que hasta le faltan trozos en la corteza e incluso tiene algunas ramas tronzadas por las inclemencias de los inviernos de su vida. La encina y el roble, el roble y la encina, se miran en la distancia, pues les separa una vaguada que a veces se cubre de niebla, factores éstos que no les permiten estar todo lo cerca que quisieran, ni verse con la frecuencia deseada.
En un esfuerzo común (así lo cree el roble), para llegar a un mayor acercamiento, los dos han extendido sus raíces, con el ansia moderado, por tocarse tímida pero gratificantemente, las raíces se esparraman, se bifurcan, se retuercen, pero no llegan a contactar entre ellas.
También en ése intento de acercarse, extiende sus ramas más que sus posibilidades, por proyectar unas sombras que se alarguen en la distancia, con el mismo afán, unirse de alguna manera, intentos que solo quedan en...intentos.
Cuando piensan en las dificultades de lograr el propósito que encierran sus anhelos, vierten en la escarcha de sus amaneceres, las lágrimas de sus desvelos, son el rocío de sus sueños, con la finalidad de crear un riuco, que partiendo de sus siluetas, se unan en algún punto de aquellos parajes, pero el entorno montesino hace divergencias en sus panoramas, impidiendo una vez mas que sea factible un acercamiento.
PAUSA
Ocurrió que en la otoñada de sus vidas, se desnudaron de su vegetación, al principio quitándose, al soplo de una suave brisa, unas pocas hojas, luego entre las notas de un fuerte viento y en el remolino de sus ya tranquilas pasiones, llenaron el suelo de tantas y tantas hojas, que aquel lugar se cubrió con la bendición que allí se derramó y fue en ése instante, cuando ésas hojas de ambos árboles, se mezclaron y con un roce liviano, bailaron con entusiasmo un vals de una cadencia exquisita y llena de matices.
Los helechos y las árgumas que por allí crecen, cuchichean quedamente a cerca del acontecimiento.
Los pajarucos que de rama en rama vuelan, guiñan un ojo y chismorrean "dimes" y "diretes". Las serenas y apacibles brañas callan y otorgan. Los días se abrazan con las noches y el resto de la fauna y la flora que por aquellos lares habita, tararean quedamente, canciones de la "Tierruca". Hasta unas nubes que pasan haciendo dibujos en su cielo eterno, sonríen de ver tanta candidez en los torpes pero limpios cariños que se dispensan aquellos dos colosos de "La Montaña". La encina mira hoy hacia el roble, casi hasta un poco coqueta, él como un bobalicón siente que la sabia le llega hasta la cogolla. Cuando todo indicaba que no había ninguna posibilidad de lograr un acercamiento, ahora los dos se miran en la distancia del terreno que los separa, pero lo hacen con una sonrisa, ya que saben que en el otoño de sus tiempos, volverán a estar unidos, cada vez que los buenos vientos soplen el VALS DE LA HOJARASCA.
Otro día ...otro cuento.
Un saludo cordial y un abrazo "Montañés"
Agustín
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