domingo, 22 de noviembre de 2009

COSUCAS DE LA TIERRUCA (Así era y así se decía)

Resguardado de los vientos
y orientado hacia el saliente,
está el caserío de Santos,
allá en aquella pendiente.

Tiene una cuadra y pajar,
todo de piedra labrada,
un portalón al entrar
y un escudo en la fachada.

En una esquina, un huertuco
y un solar bien estacado,
muy cerca pasa un riuco
y el cielo siempre a su lado.

Coloca adrales a un carro,
unta de grasa el rodal,
limpia a las cambas el barro
y se encamina al corral.

Pone a una albarca un tarugo,
unce a la Josca y Morena,
les pone sobeo y yugo
y el frentíl o... la melena.

Revisa lanza y armaduras,
torno, pinas y dentellón,
los callos los asegura,
poniendo en ello atención.

La maza, la mesa, la pezonera,
nada escapa a su memoria,
berdugueras, palanca y rabera,
la galga, el rucho y trechorias.

Colocado está el rapaz,
suenan suave los campanos,
rumia la pareja en paz,
entre cabarras y tábanos.

Coge pizarra y colodra,
también el dalle y rastrillo,
cordeles que nunca sobran
y un mantel que hace de atillo.

En él llevará lo que coma,
que zampar es lo primero;
un buen trozo de borona
y un buen chorizo casero.

Pone en la mano la aijada
y la boina en la cabeza,
cierra el portón de la cuadra
y se quita la pereza.

Se marcha por la vaguada
cantando una "montañesa",
dejando atrás las rodadas
que tapa la niebla espesa.

Por el camino camina
entre robles y castaños,
entre hayas y entre encinas
que allí llevan años y años.

Ya atraviesa un regatuco,
luego da vista a una loma,
allá lejos ve el prauco
que en aquel castro se asoma.

Se para y descansa un rato,
las vacas ya van "sudás",
bebe agua del regato,
entre sorbos y a embozás.

Ha llegado a su heredad,
quita el calce de un portillo,
respira hondo y en paz
y oye cantar a los grillos.

El pizarreo y pizarreo
hace eco en la cañada;
el dalle entre zizagueos
ya siega a media cambada.

Ya da vuelta a unos borucos,
ahora acalda dos hacinas,
luego le pone un paluco
donde se rompió una pina.

Hay que acaldar bien la herba,
pisarla un montón de veces,
amarrarla con las cuerdas,
pero ajunando con creces.

Retorna sin aspavientos,
sin aposas, sin atajos,
con paso cansino y lento,
entre zarzas y entre escajos.

Está mala la cambera;
se le escapa un juramento,
la carga se tambalea
como diciendo: ¡lo siento!.

Santos ya suda a regatos;
falta poco para el llano,
queda cruzar unos matos
de jelechos y avellanos.

Va en aumento el traqueteo,
la carga se desacalda,
llegando un momento feo
que hay que echar hasta la galga.

Despuès de muchos apuros,
muy rendido está al llegar,
pero hay que afanarse duro
y meterlo en el pajar.

Es el último empujón,
coger la horca con brío,
meterlo por el boquerón,
de tres viajes, un lombío.

Si se tiene veinte años
o los "huevos" de la abuela;
con desparpajo y redaños,
de un envite, una mostela..

Y a soltar las uncideras
y a abrevar los animales,
después a las pesebreras
y amarrar a los peales.

De la pella con el jincho,
tira y saca una ración,
la yegua lanza un relincho
y ya a duo, gruñe el "chon".

¿Y que le dará al gorrino?;
le da lo que se le antoja,
verde que había en el sallino
y además cuatro panojas.

Asegura una estorneja,
coloca unos aparejos,
aparta una cevía vieja
y un escobón de berezos.

El garrote, la mordaza,
esto aquí, esto aquel lado,
la tarjadera, mayo y maza
y la reja del arado.

Un jerrón, un negro cazo
una hoz y un cuchillo,
una trévede, un ciazo,
la vigornia y el martillo.

Aquello en aquella parte;
todo está como debiera,
los picachos, el vallarte,
la narria y una masera.

Y a ordeñar ya se dispone,
sin más gloria, ni más pena,
en una perola que tiene,
más limpia que la patena.

Con rascadera y cepillo
deja limpias sus vacucas,
al final pasa el badillo...
y entra en la su casuca.

Huele a pote "montañés",
que lleva chicho y tocino;
y de berzas, casi un pie...
¡Y la cántara de vino!.

Huevos fritos con torreznos,
unos tortos golosones...
¿Y de postre que tenemos?;
avellanas y cucones.

Y mirando en el vasar
o dentro de la alacena,
quizá se pueda encontrar
un cuartillo "quita-penas".

La noche se pone mal,
las ánimas la acompañan,
enredado está el bardal
y despeinada la braña.

El vendaval ya resuena
con aguaceros y frío,
se encharca la socarrena,
se estremece el caserío.

Hay que apagar el candíl,
cerrar las contraventanas,
quitar refajo y mandil
y a dormir en buena cama.

En caso de haber vigilia,
con mucho mimo y atientas,
pues se puede hacer "familia"...
si es que quiere la "parienta".

Porque así son las mujeres,
que son las que han decidido.
Esta dijo: Si Dios quiere
hasta mañana marido.

Resguardado de los vientos
y orientado hacia el saliente,
está el caserío de Santos,
allá en aquella pendiente.

Tinuco

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