viernes, 24 de octubre de 2014

EL ESCLAVO











Nació por casualidad,
pequeño como un centeno
y en un viejo cobertizo,
bautizado por granizos,
confirmado por los truenos.

De una madre poco grata
y de un padre beodo
que claman sus desventuras,
donde todo le asegura
que su espacio es un recodo.

Y empieza a mamar vinagres,
sus ropas son un desgarrón,
las caricias… malos gestos,
y ya se da por supuesto
que ha de ser cual cimarrón.

Esta es la perspectiva
que al vástago preconizan
porque ése es su avatar
y, a él se debe amoldar
para luchar en su liza.

Se hace mayor siendo niño
y viejo siendo mayor,
incluso hasta desalmado,
producto de lo “mamado”…
¡que lo perdone el Señor!

Ya en la vida está rodando,
de esclavo por la comida
y de esclavo por vivir,
le ha tocado ese existir
que es la lacra de su herida.

Tiene talladas en la frente
arrugas de ingratitud
y manos como sarmientos,
rota el alma en sus cimientos…
y solo entre la multitud.

Siempre diciendo que sí
y agachando la testuz,
su mayor queja… un suspiro,
escuchar, silencio y miro…
un calvario y una cruz.

Nunca recibió sonrisas,
todo fueron sinsabores
y nadie le acarició
nunca, desde que nació,
ni tuvo rosas, ni amores.

Rodando de amo en amo,
rodó cual piedra quebrada
que se desgasta al rodar,
sin espacio para soñar…
siendo esclavo… no eres nada.

Hoy es libre… porque ha muerto
o quizá ha renacido,
eso queda en el misterio,
está en el cementerio…
en el mayor del olvido.

Tinuco

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