lunes, 20 de diciembre de 2010

EL VIEJO LOBO DE MAR


Con su pipa y concentrado,
el viejo lobo de mar,
desde una atalaya mira
el agreste acantilado.
Con cada ola, suspira
salitres de su pensar.

En su faro solitario,
escarpado en un saliente,
tiene su humilde morada,
que a veces es su calvario,
que lleva cual penitente
en su alma ya horadada.

Habla con nieblas y vientos,
porque sabe que le entienden
y lo tratan como a un niño.
A ratos le cuentan cuentos.
Y, hasta el faro le enciende
su luz de limpio cariño.

Las puestas con su esplendor,
o el comienzo de otro día,
o el batallar del que hacer
le van derramando amor,
borrando melancolías
con caricias de mujer.

Le gusta la soledad,
agradece su cariz,
porque está con sigo mismo.
En su entorno encuentra paz,
nada pide, que es feliz
con agua de este bautismo.

Su alma siempre está abierta,
aunque el corazón sea raro
y su rostro algo cetrino.
Podéis llamar a su puerta
y podéis entrar al faro...
si es que os coge de camino.

Tinuco

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