Esta misma mañanuca
cuando despertaba el valle,
le di hierba a las vacucas
y luego pizarra* al dalle*.
Después puse las albarcas*,
eché encima la pelliza,
porque en el camino hay charcas
y me apunta que graniza.
Me encamino para el prado
y me acompaña la yegua,
aprovechando la tregua
que deja un cielo nublado.
Por la senda veo pisadas
de jabalís y venados,
allá voló una becada…
¡anda pero… si he llegado!
Se ven cáscaras de ayucos,
del acebo la semilla
y a la orilla un regatuco
anda enredando una ardilla.
De una mata de avellanos,
que se niegan a medrar,
se espanta un par de milanos
en dirección a un pinar.
Hay vida, aunque es Enero,
porque hasta huele la tierra,
y las peñas con su fuero
son las perlas de la sierra.
Me saludan los helechos
que vengo a sorrapear*,
y un roble… que ya sospecho
este año lo he de cortar.
Porque aunque Enero se marcha,
hasta Marzo da invernada,
cuando no cae una escarcha,
es que llueve o es nevada.
Y tener leña picada,
en la lumbre, ya es calor,
hace pequeña a la helada
y hace de la tarde amor.
Ya se me fue el “santo al cielo”,
se me olvidó… ¡madre mía!
¿si es la heredad de mi abuelo?...
¡ay!, ahora sé a lo que venía.
Cojo el dalle, doy pizarra*,
y, más que segar, arranco,
llego casi hasta un barranco,
donde la zarza se agarra.
Pues me rezo un Padre Nuestro,
también un Ave María,
entro allá como un cabestro…
tras de mi… la luz del día.
Y mientras me doy la zurra,
de la costa, veo venir
nubes, color panza burra…
y marchar… es prevenir.
Meto en el bolsillo el gorro
y no me espero a que llueva,
hago lo mismo que el zorro…
que corriendo va a la cueva.
Porque me hago la cuenta
del sí o no del chaparrón,
vale más la precaución
que el rigor de una tormenta.
En casa estoy, bien se nota,
aunque no hice la labor.
Fuera están cayendo gotas…
yo, si hay suerte… haré el amor
Tinuco
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