Cuatro habas para comer,
que parecen cuatro gritos,
un trozo de pan de ayer
y detrás un huevo frito.
De vino solo un cuartillo,
que es lo que cabe el
porrón,
y de vicio un cigarrillo,
por cierto de cuarterón.
De postre tiene una taza,
con leche de la vacuca,
que es una pinta de raza,
que ahora rumia en la
cuadruca.
Eso le ha puesto a Tadeo
su señora Micaela,
que en ese instante una
muela
la tiene con gran cabreo.
Y una vez que ya ha
comido,
el hombre duerme la
siesta,
sin dejar en el olvido
aquello que hay en su
testa.
Porque tiene por delante,
picar la leña y segar,
que el tiempo anda de
levante
y apunta para nevar.
La señoruca en cuestión,
que sabéis que es Micaela,
mientras, friega la
cazuela
y así hace la digestión.
Porque si puede más tarde,
contando con Dios
mediante,
aunque el dolor la
acobarde
tiene tarea por delante.
Pues tiene que repasar
la camisa de Tadeo,
y en el río ha de lavar…
tanta ropa como veo.
Y cargar con la banquilla
y un balde con solo un
asa,
volver del río hasta casa…
¡mira tú qué maravilla!.
Que la noche en un pispás,
borra pronto los caminos,
y entre que vienes y vas…
pues murmullan los
vecinos.
Que si ésta no fue al
rosario,
que tardó más de la
cuenta,
que da para comentarios…
que aunque no sea… se
inventa.
Que los pueblos,
pueblerinos,
hablan con o sin razón,
y transforman el tocino
en codillo de jamón.
Y a la cama… que ya es
tarde…
Vete apagando el candil,
no olvides el orinal,
y quítate ése mandil
que… hoy estoy como un
chaval.
Tinuco
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