Llega el Invierno muy serio,
jorricando haya y castaño,
algo que no es un misterio,
pues pasa todos los años.
Echa el viento carrerucas
entre los jelechus secos,
dejando a su paso flecos
que despeinan la brañuca.
En el viejo robledal
hay una anjana silbando,
anunciando el vendaval
que ya se está preparando.
Pues visos hay por Poniente,
con nubes enmarañadas
que llegan como manadas,
tapando luna en creciente.
La tarde, en su serenata,
le da a la noche un abrazo
y pone nieve al regazo
de unas aulagas en mata.
Y rondan los aquilones
por la noche, enrevesados,
mostrando sus espolones,
dejando el monte nevado.
Por las rocas, en las grietas,
hace cuña el hielo hiriente,
que orada con su espoleta
del lado Norte, su frente.
Inverna el musgo aterido
en la reseca corteza,
y un tronco ya consumido
pudre su naturaleza.
Marchó la noche a dormir,
sale el día a madrugar,
y entre ese devenir,
no ha parado de nevar.
Blanco es el panorama,
que al horizonte traspasa,
blanco el tejado de casa…
frío fuera de la cama.
Pero continúa la vida,
hay que remangarse presto,
porque la panza es un cesto
que reclama su medida.
Y comienza el ajetreo
en los giros de la aldea,
no hay remilgos, ni cabreo,
la pereza no alardea.
Siguen los copos cayendo
con suavidad melindrosa,
es el Invierno naciendo
en nuestra Cantabria hermosa.
Tinuco
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